Hablar de los 500 años
de la Reforma Protestante es hacer un viaje al pasado. Es visitar Wittenberg,
Worms, Erfurt, Ginebra, Zúrich, por mencionar algunos lugares. Es caminar a
través de catedrales, es oír sermones en la plaza de la ciudad y conocer a
personas que con su intelecto y su valentía remecieron al mundo. Se trata de
una historia de cobardía y de valor, de traición y de fe. Mi expectativa para
hoy es que al terminar este pequeño viaje al pasado podamos entender mejor el
presente y estimar con todo nuestro corazón el mensaje que realmente puede
cambiar al mundo.
Cuando hablamos de la
Reforma, en resumen, nos estamos refiriendo al renacer espiritual que tuvo
lugar en Europa durante el siglo XVI. Han pasado ya 500 años. Sucedió en un
lugar bastante distante de nuestro país. Por lo tanto, es natural que nos
preguntemos: ¿Qué tiene que ver conmigo la Reforma?
Mi propuesta para hoy
es viajar al pasado (particularmente al siglo XVI con algunas menciones a
siglos previos) y hacer un resumen de la Historia de la Reforma. No podemos
olvidar que se trata de Historia, pero mi interés es que no pensemos que la
Reforma ya pasó, es decir, que se trató de una discusión que no tiene
relevancia para nosotros hoy. Pues, cualquier observador perspicaz se dará
cuenta que todos los conflictos que suscitaron la Reforma aún permanecen hoy
aunque con diferentes personajes y en un contexto diferente. Como Woody Allen
dijo: “La Historia se repite. Y debe repetirse, pues nadie escucha la primera
vez”.
Comenzaremos examinando
el contexto en que se dio la Reforma y destacaremos sus principales personajes.
Cabe señalar que estamos hablando de un movimiento bastante complejo, por lo que
debemos acotar el marco de nuestra exposición. Sin más demora, comencemos
nuestro viaje.
I.
Poder, escándalos y corrupción
No nos debería
sorprender la afirmación de E. Lutzer cuando escribe: “El Cristianismo puede
sobrevivir sin el evangelio”. ¿Qué? ¿Cómo es eso? El mismo Lutzer aclara lo que
quiere decir: “Existe una forma de Cristianismo que se desarrolló en el
Medioevo que sobrevivió en su tiempo sin el evangelio”. Era un Cristianismo sin
poder, un Cristianismo que no podía dar seguridad de salvación a las personas,
un Cristianismo que no llevaba a la santificación personal. Aún así, se le
llamaba Cristianismo.
El Evangelio siempre
debe ser defendido, pero también, a veces, debe ser rescatado. Al final del
siglo XV y comienzos del XVI La Iglesia Católica Romana necesitaba
desesperadamente de una reforma. Sus líderes vivían de manera vergonzosa y el descaro
era la tónica entre los fieles. La Reina Isabel de Castilla (1451-1504) señaló
que: “la mayoría del clero vive en abierto concubinato y si nuestra justicia
interviene para castigarlos, ellos se sublevan y crean un escándalo, y ellos
desprecian nuestra justicia al punto de armarse en contra de ella”. Los líderes
de la Iglesia vivían de manera que deshonraban el Evangelio de Jesucristo.
Sumado a esto, el evangelio había sido enterrado bajo un manto de
supersticiones y tradiciones. Estas tradiciones y supersticiones contribuyeron
para el incremento del poder de la Iglesia, al punto que ella llegó a exagerar
sus reclamaciones acerca de su autoridad espiritual. Los sacerdotes, que habían
recibido la enseñanza de que tenían el poder de hacer que el pan y el vino se
convirtieran en el cuerpo y sangre de Cristo, llegaron a creer que también
podían retener o garantizar la salvación de las personas. Y ¿qué decir del
papado? Escándalos, luchas de poder y excesos eran la regla. Entre 1305 y 1377
hubo seis papas que gobernaron la Iglesia desde Aviñón. Este período es
conocido como “La Cautividad Babilónica de la Iglesia”, ya que el papado estuvo
fuera de Roma y se mantuvo cautivo en Francia durante 70 años (en realidad 72).
Este período de
inestabilidad papal comenzó con el papado de Bonifacio VIII (1294-1303). Un
papa arrogante y ambicioso, que entró en conflicto con el rey Felipe IV de
Francia acerca de los impuestos y la autoridad papal. Luego de la muerte de Bonifacio VIII se inicia
un período de desmoralización del papado. Clemente V (1305-1314), transfirió la
sede papal a Aviñón (Sur de Francia). En todas partes crecieron las críticas al
lujo y extravagancia de la corte papal. Juan XXII (1316-1334), fue muy eficiente
en cobrar impuestos y diezmos para cubrir los lujos papales. Finalmente ocurrió
el “Gran Cisma” en que hubo dos y posteriormente tres papas rivales al mismo
tiempo en Roma, Aviñón y Pisa (1378-1417). Debido a esa situación surgió el
clamor por “reformas en la cabeza y en los miembros”.
Durante el “Gran
Cisma”, cada papa se consideraba el legítimo y excomulgó a sus rivales. Era
necesario resolver esa crisis. En el Concilio de Pisa (1409), se eligió un
nuevo papa, pero los otros dos se rehusaron a ser depuestos. Juan XXII, el
segundo papa Pisano, convocó el Concilio de Constanza (1414-1417), donde fueron
depuestos los tres papas, se eligió a Martín V como el único papa y se decretó
la supremacía de los concilios sobre el papa. En el Concilio de Basilea
(1431-1449) reafirmó la autoridad de los concilios. Sin embargo, el Concilio de
Ferrara-Florencia (1438-1445) que buscó la unión con la Iglesia Ortodoxa
(frustrada por la caída de Constantinopla en 1453), reafirmó la superioridad
papal. El intento de gobernar la iglesia por medio de concilios, fracasó.
II.
La Estrella de la Mañana, el Ganso y el Cisne
Muchas personas creen
que la Reforma comenzó el día 31 de octubre de 1517, cuando Martín Lutero clavó
sus 95 Tesis en la puerta de la Iglesia del Castillo en Wittenberg. Sin
embargo, la acción de Lutero fue precedida por la de otros hombres que
arriesgaron sus vidas para rescatar el Evangelio de manos de una Iglesia que
estaba sumida en escándalos y corrupción.
Los llamados
pre-reformadores intentaron reformar la Iglesia antes del período conocido como
Reforma. Su obra, sin embargo, estuvo limitada a lugares específicos, por lo
que no tuvieron el impacto y alcance de un Lutero. No obstante, ellos pavimentaron
el camino para Lutero.
A.
John Wycliffe (c. 1330-1384): La estrella de la mañana[1]
de la Reforma
Wycliffe nació en
Inglaterra en c.1330. Estudió en Oxford y recibió entrenamiento teológico allí.
Wycliffe vivió durante el período del Cautiverio
Babilónico de la Iglesia y durante el Gran
Cisma. Por lo tanto, estaba muy al corriente de la corrupción de la
Iglesia. Wycliffe atacó las irregularidades del clero, las supersticiones
(reliquias, peregrinaciones, veneraciones a los santos), la transustanciación,
el purgatorio, las indulgencias, el celibato y las pretensiones papales. Sus
seguidores se conocieron como Lolardos (murmuradores, vagabundos, cizañeros).
Tenían la Biblia como norma de fe que todos debían leer e interpretar (tradujo
la Biblia al inglés). La principal obra de Wycliffe fue popularizar la Biblia.
B.
Jan Huss (c.1372-1415): El Ganso[2]
que se convirtió en Cisne
Sacerdote y profesor de
la Universidad de Praga, en Bohemia (república checa) y recibió la influencia
de Wycliffe. Afirmaba que la Iglesia era definida por una vida semejante a la
de Cristo y no por los sacramentos. La Iglesia estaba integrada por los
elegidos y su cabeza era Cristo y no el papa. Insistía en la suprema autoridad
de la Escritura. Fue condenado a la hoguera en el Concilio de Constanza (1415).
Antes de morir Huss dijo: “Vas a asar un ganso, pero dentro de un siglo te
encontrarás con un cisne que no podrás asar”.
III.
La Puerta de Wittenberg
Martín Lutero (1483-1546),
nació en Eisleben, Este de Alemania, hijo de Hans y Margaretha Luther. Hijo de
minero (clase obrera/media), fue destinado por su padre al estudio del Derecho
(era la forma como una persona de clase media/baja podría ascender
socialmente). Fue este joven el que fue usado por Dios para dar el puntapié
inicial a la Reforma.
A.
La experiencia religiosa de Lutero.
Regresando de su casa a
la Universidad de Erfurt se vio en medio de una tormenta eléctrica. Clamó a
Santa Ana y le pidió que si lo libraba de la muerte,
se convertiría en monje. Estando en el monasterio, Lutero se destacó. Era profundamente
estricto en sus prácticas monásticas, sin embargo, vivía atormentado. El mismo
dice que no amaba a Dios, pues creía que Dios era un juez severo que exigía una
perfección inalcanzable y que amenazaba con el infierno[3].
Sus constantes preocupaciones espirituales inquietaron a su superior, quien,
viendo los dones que Lutero poseía, lo designó para enseñar ética en la
recientemente creada Universidad de Wittenberg (1512). Luego, pasó a enseñar Biblia. Fue en su estudio de la Carta a los Romanos
donde Lutero entendió lo que el Evangelio quería decir por Justicia de Dios. Él escribió:
Empecé a entender
que en este versículo la justicia de Dios es aquello por lo que la persona
justa vive por un don de Dios, esto es por fe. Empecé a entender que este
versículo significa que la justicia de Dios se revela por medio del Evangelio,
pero es una justicia pasiva, esto es, aquello por medio de lo cual el Dios
misericordioso nos justifica por fe, como está escrito: “El justo por la fe
vivirá”. De inmediato sentí que había nacido de nuevo y entrado en el propio
paraíso a través de unas puertas abiertas[4].
Lutero había entendido
el Evangelio, su vida fue transformada. Junto a sus funciones como profesor,
Lutero era pastor (fue ordenado en 1507) de la Iglesia del Castillo en
Wittenberg. Esto es algo que no debe ser pasado por alto. Lutero, en su función
de pastor/maestro, tuvo una percepción clara y profunda de la necesidad de reformar
la Iglesia.
B.
Un Papa, un Obispo y las famosas indulgencias
En 1513 había asumido
el papado Giovanni di Lorenzo de Medici, más conocido como León X. Un papa
ambicioso y extravagante que soñaba con terminar la construcción de la Basílica
de San Pedro en Roma. Pero el problema era que los fondos escaseaban.
Por aquel entonces se
abrió la elección del arzobispado de Mainz. Alberto ya
poseía dos obispados, por lo que tuvo que negociar con León X. Finalmente,
Alberto se quedó con el obispado por la suma de 24.000 ducados que pidió en
préstamo a banqueros alemanes (Los Fugger). Para facilitarle el pago de la
deuda, el papa le autorizó la venta de indulgencias en sus territorios, tarea
que Alberto encomendó al fraile dominicano Juan Tetzel. La venta de
indulgencias fue lo que provocó la indignación de Martín Lutero.
El 31 de octubre de
1517 Lutero clavó las 95 tesis en la puerta de la Iglesia del Castillo en
Wittenberg. En ellas hacía un llamado a la comunidad académica para un debate
sobre las indulgencias. El debate nunca ocurrió. Sin embargo, las indulgencias
fueron leídas, copiadas, difundidas por todas partes. Lo que había comenzado
como un simple ejercicio académico comenzó a tomar otras proporciones.
También en 1519, Lutero
participó de un debate en Leipzig con Juan Eck.
Allí defendió a Jan Huss y afirmó que papas y concilios pueden errar. En 1520
León X envía la Bula Exsurge Domine a
Lutero y le da 60 días para retractarse. Lutero la quema en la plaza pública.
En ese mismo año Lutero escribe tres obras que serán de gran importancia para
la reforma:
• A
la Nobleza Cristiana de la Nación Alemana (la responsabilidad por la
reforma estaba en las manos de los magistrados; la Palabra y los sacramentos
pertenecen a la iglesia, todo lo demás es de la autoridad de los magistrados).
• El
Cautiverio Babilónico de la Iglesia (crítica a la teología sacramental del
medioevo, se reducen los sacramentos de 7 a 3).
• La Libertad del Cristiano (las
implicaciones éticas de la justificación por la fe).
En 1521 Lutero fue
excomulgado por medio de la Bula: Decet Pontificem Romanum (satisface al
pontífice romano). Ese mismo año Lutero fue convocado por el emperador a la
Dieta de Worms. Allí se defendió y fue condenado. Se refugió en el Castillo de
Wartburgo, donde comenzó a traducir la Biblia (fue protegido por Federico el
Sabio, Príncipe Elector de Sajonia). Las ideas de Lutero se difundieron en
Alemania y Europa gracias a la imprenta.
En 1529, en la Dieta de
Espira: surge el nombre “protestantes”. Ese mismo año, Felipe de Hesse convoca
el Coloquio de Marburgo. En este coloquio se hacen concretas las diferencias
entre luteranos y zwinglianos acerca de la presencia de Cristo en la Cena del
Señor. Lutero terminó el coloquio con la frase: “ustedes son de un espíritu
diferente del nuestro”. A partir de allí surge el término Reformados para
diferenciarlos de los Luteranos.
Luego surgen iglesias nacionales
de tradición luterana en Suecia, Dinamarca, Noruega e Islandia.
En Alemania, hay
guerras entre católicos y luteranos, que cesan con la Paz de Augsburgo (1555).
Allí se establece el Principio: “cuius
regio, eius religio”. Hubo nuevas guerras en la primera mitad del s. XVII,
hasta la Paz de Westfalia (1648).
Decíamos que Lutero dio
inicio al movimiento. Si bien al comienzo no quería romper con la Iglesia,
finalmente se dio cuenta que no podía haber comunión dentro de la Iglesia que
se negaba a ser reformada. Sus ideas se difundieron por muchos lugares de
Europa. El movimiento Protestante/Reformado ya no podía ser detenido.
IV.
Post Tenebras Lux: Calvino y la Reforma de Ginebra
“Te digo en nombre del
Dios Todopoderoso, a ti que pones tus estudios como una excusa, que si no nos
ayudas a llevar a cabo la obra de Dios, él mismo te maldecirá, porque estás
buscando tu propia gloria y no la de Cristo”[5].
Fueron las tiernas palabras de Guillermo Farel a Juan Calvino cuando se encontraron
en Ginebra. Escribiendo sobre el asunto Calvino dijo: “quedé tan aterrorizado
con esa imprecación que desistí del viaje que había emprendido. Sentí como si
Dios estuviese lanzando sobre mí su mano poderosa para llevarme cautivo”. A
partir de este momento, Calvino comenzó su ministerio como pastor y maestro en
Ginebra.
A.
La infancia
Jean Cauvin nació el 10
de julio de 1509 en Noyon, Francia. Era el tercer hijo de cuatro que tuvo
Gérard Cauvin, un escribano de la catedral local. Gérard era un hombre
complicado, pero Jeanne Lefranc, su mujer y madre de Calvino, era una devota
cristiana. La madre de Juan Calvino murió cuando él tenía 6 años de edad.
Dos privilegios obtuvo
Gérard de su posición en la catedral de Noyon: El primero fue su vínculo con la
familia Montmor que le dio al joven Juan una educación privada privilegiada.
Esto también le permitió seguir sus estudios en la Universidad de París. El
segundo fue el acceso que Juan tuvo a lo que en tiempos medievales sería el
equivalente a una beca de estudios.
Calvino llegó a París a
principios de 1520, pasó algunos meses estudiando en el Collège de la Marche.
Allí tuvo como instructor a Mathurin Cordier, uno de los mejores catedráticos
de Latín de aquella época. Calvino recordaba el lado oscuro de su tiempo en el
Collège de la Marche. Le cambiaron a su muy querido profesor de Latín por uno
que no le simpatizaba por ser muy caprichoso en sus métodos de enseñanza. De
allí Calvino fue transferido al Collège de Montaigu. En aquel tiempo el padre
de Calvino quería que su hijo llegara a ser un sacerdote y Montaigu era el tipo
de monasterio para adolescentes que buscaban convertirse en sacerdotes.
Calvino recuerda dos
cosas en particular acerca de la vida en el Collège de Montaigu: (1) La comida
era terrible (él creía que esa comida contribuyó a deteriorar su salud
posteriormente); (2) La extrema disciplina del Collège (las clases comenzaban a
las 4 am e iban hasta las 8 pm en invierno y hasta las 9 pm en verano). Para el
tiempo de su graduación en el Collège su padre había dejado la catedral. Lo
habían excomulgado en 1528. Por lo tanto, Gérard decidió que lo mejor para su
hijo sería el estudio del Derecho. Calvino se trasladó primero a la Universidad
de Orleans y, posteriormente, a la Universidad de Bourges. Fue en este tiempo y
en estos lugares donde Calvino recibió influencia del luteranismo.
B.
La Conversión
Durante su tiempo en la
Universidad Calvino pasó a formar parte de un movimiento humanista cuyo lema
era Ad Fontes, esto es, retornar a la
belleza de la literatura de la antigüedad clásica y estudiar las lenguas
clásicas. Esto lo llevó a escribir un pequeño comentario a la obra de Séneca De Clementia, que publicó en 1532. Calvino
pensó que este sería su primer paso en su carrera académica. Sin embargo, quedó
decepcionado. Ni el humanismo ni la carrera académica podrían responder a las
inquietudes que Calvino tenía en su mente y en su corazón. Dios tenía otros
planes para él.
Calvino dice que
testarudamente se encontraba preso al Romanismo. Sin embargo, bajo la
influencia del movimiento evangélico presente en la Universidad, esa porfía
comenzó a resquebrajarse. Algunos amigos de Calvino comenzaron a hablar más
abiertamente acerca de sus nuevos descubrimientos. Uno de ellos era su primo,
Pierre Robert Olivétan. Olivétan tradujo la Biblia al francés y Juan Calvino
escribió el prefacio (1534). Calvino también comenzó a moverse en círculos
reformados de los cuales, la hermana del Rey, Margarita de Navarra, era la
protectora. Otro amigo era Nicholas Cop, quien debía presentar el Discurso del Rector
de la Universidad de París en noviembre de 1533. Teodoro Beza dice que el autor
del discurso no fue Cop, sino Calvino. En este discurso había una combinación
de lo antiguo y lo nuevo. Claramente expresaba una defensa de un Cristianismo
del Nuevo Testamento. Hubo reacciones por causa del discurso y Calvino tuvo que
huir de París.
¿Cómo Calvino llegó a
abrazar completamente el movimiento reformado? Todo lo que sabemos es que Dios
lo subyugó súbitamente. Su conversión fue inesperada. Pero todo indica que se
dio entre los años de 1533 y 1534.
En 1536 Calvino publica
la primera edición de su obra magna La
Institución de la Religión Cristiana. La primera edición era pequeña, sólo
tenía 6 capítulos y era un libro de bolsillo. Con el correr de los años, creció
sustancialmente hasta su edición final de 1559. Calvino quería producir una
obra que edificara a los cristianos y, en cierta medida, sirviera como una
apología del movimiento reformado.
C.
El Ministerio
En 1536, Calvino
deseaba ir a Estrasburgo para dedicarse a los estudios; Guillermo Farel lo
convence a quedarse en Ginebra. Ambos comienzan la obra de Reforma de la
cuidad.
En 1538, debido a
conflictos con las autoridades civiles, ambos son expulsados. Entre 1538-41,
Calvino pasa tres años felices en Estrasburgo: Allí pastorea una iglesia de
refugiados franceses, participa de conferencias con el reformador Martín Bucero,
enseña en la academia de Juan Sturm, se casa con Idelette de Bure y escribe
diversas obras.
En 1541, Calvino vuelve
a Ginebra. Escribe las Ordenanzas Eclesiásticas y enfrenta una larga lucha con
los magistrados. En 1559, llega a ser ciudadano de Ginebra, funda la Academia y
publica la última edición de la Institución. Muere el día 27 de mayo de 1564.
D.
Lecciones del Ministerio de Calvino
Durante la mayor parte
de su ministerio Calvino vivió al límite. Debía soportar la tremenda presión
política que ejercían sobre él. No era un ciudadano de Ginebra, era un
refugiado hasta poco antes de su muerte. No tenía poder político alguno.
Además, tuvo que enfrentar la hostilidad que generaba su presencia y su
ministerio. ¿Cómo olvidar el famoso juicio de Servet? (1553), ¿Cómo olvidar a
Jerónimo Bolsec (carmelita, médico y espía de la corte de Ferrara) quien tenía
un disgusto terrible por la doctrina de la predestinación y lo difamó
terriblemente?
A pesar de todos esos
obstáculos Calvino realizó un precioso ministerio allí. La pregunta que surge
es, ¿cómo fue posible que Ginebra se haya transformada? Existen dos cosas que
dan cuenta de cómo la transformación se llevó a cabo:
(1) La
oración. Una de las primeras cosas que Calvino estableció al llegar a
Ginebra luego de su estadía en Estrasburgo fue instituir un día de la semana
dedicado a la oración. Los miércoles desde las 8 am hasta las 10 am, los pastores
y los miembros de la iglesia se reunían para orar pidiendo la bendición de Dios
sobre la ciudad y sobre las iglesias que estaban siendo plantadas fuera de
Ginebra.
(2) La
predicación. Se predicaban sermones los domingos por la mañana y por la
tarde. Durante la semana Calvino predicaba tres veces (cuando su salud era
buena, predicaba todos los días de la semana). Beza dice que eran cientos las
personas que se reunían en la Catedral de San Pierre para oír al frágil y
asmático predicador de la Palabra de Dios.
Ciertamente en el
ministerio de Calvino en Ginebra vemos el patrón bíblico establecido en Hechos
6. Calvino hizo suyo este patrón y lo plasmó en su ministerio. En tiempos en
que la Iglesia parece requerir nuevas técnicas, la Reforma nos recuerda que la
transformación la realiza el Espíritu de Dios por medio de la Palabra.
Conclusión
Unos 120 años después
de que la Reforma comenzara, más de 100 teólogos se reunieron en la Abadía de
Westminster (Inglaterra) para escribir una serie de documentos que darían forma
a la iglesia reformada en Inglaterra. La primera pregunta y respuesta del Catecismo
Menor de Westminster es una hermosa y valiosa flor del pensamiento de la
Reforma:
Pregunta: ¿Cuál es el fin
principal del hombre?
Respuesta: El fin principal
del hombre es glorificar a Dios y disfrutar de él por siempre[6].
La gloria de Dios y el deleite
de él: estas verdades inseparables, gemelas, eran luces guiadoras para la
Reforma. Los reformadores sostenían que, por medio de todas las doctrinas por
las que habían luchado y que habían sostenido, Dios era glorificado y las
personas recibían consuelo y gozo.
La única manera en la
que la Reforma podría no seguir importando hoy sería si la belleza, la bondad,
la verdad, el gozo y la prosperidad humana ya no importaran. Dios nos ha creado
para que disfrutemos de él, pero sin las grandes verdades por las que los
reformadores lucharon y que lo exhiben como glorioso y disfrutable, no lo
haremos. Viendo menos de él, seremos inferiores y más tristes. Viendo más de
él, seremos más completos y felices. Y en este sentido deberíamos dejar las
últimas palabras a Juan Calvino. Esta es la razón por la que
sigue importando la Reforma:
Por tanto, aunque nuestro entendimiento no puede conocer a Dios sin que
al momento lo quiera honrar con algún culto o servicio, con todo no bastará
entender de una manera confusa que hay un Dios, el cual únicamente debe ser
honrado y adorado, sino que también es menester que estemos resueltos y
convencidos de que el Dios que adoramos es la fuente de todos los bienes, para
que ninguna cosa busquemos fuera de Él... también es menester que creamos que
en ningún otro fuera de Él se hallará una sola gota de sabiduría, luz,
justicia, potencia, rectitud y perfecta verdad, a fin de que, como todas las
cosas proceden de Él, y Él es la sola causa de todas ellas, así nosotros
aprendamos a esperarlas y pedírselas a Él, y darle gracias por ellas[7].
[1] Es una referencia a Venus, la estrella
que anuncia la venida del amanecer.
[2] Su nombre en Checo significaría Ganso.
[3] En 1510 viaja a Roma y se decepciona con
lo que vio allí: la piedad medieval y la corrupción de la administración papal.
[4] Ibid.
[5] Thea B. Van Halsema, Así Fue Calvino. P. 98.