El
Hombre (masculinidad)
Vivimos en una sociedad
donde la imagen masculina es presentada desde diversos puntos de vista. Para
algunos, la imagen del hombre rudo, dominador, machista y abusivo es cosa del
pasado. Estamos en una nueva etapa, ahora el hombre debe ser más sensible, más
apocado, más femenino y hasta le queda bien ser un pelele.
Por otro lado, algunas
series televisivas y ciertos dibujos animados han contribuido para distorsionar
la figura masculina. En muchos programas el hombre es presentado como un tonto,
a quien todos le enseñan como debe actuar; sus hijos lo desprecian y se ríen de
él, su mujer lo mira como un elemento decorativo en la vida familiar. La
figura, entonces, es la de una persona de poca inteligencia, movido por
impulsos y deseos, sea por comida, sexo o diversión.
La Biblia nos presenta un
cuadro totalmente diferente. Nos dice que el hombre es una criatura de Dios y
que refleja la imagen de Dios. Además, la Biblia presenta un elemento distintivo
del varón, a saber, su masculinidad.
No debemos confundir
masculinidad con virilidad. No son la misma cosa. Un hombre, según la Biblia,
demuestra su masculinidad en las siguientes áreas:
(1) Responsabilidad
por liderar:
La teología reformada
siempre ha entendido que Dios se relaciona con el ser humano por medio del
Pacto o Alianza. El Pacto ha sido administrado soberanamente por Dios y va
dirigido a establecer una alianza con Su pueblo. El pueblo del Señor siempre
fue representado en las Escrituras por varones (p.ej. Adán, Noé, Abraham,
Moisés, David, Jesucristo). También debemos tomar en cuenta que los sacrificios
exigidos en el Antiguo Testamento conforme a la determinación divina, siempre
eran de animales machos (Ex. 12:5; Lv. 1:10), pues ellos prefiguraban a
Jesucristo como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn 1:29).
Claramente en las
Escrituras el liderazgo del varón como agente de las relaciones de la alianza
es la regla. Negar esta verdad bíblica, es negar lo que Dios ha establecido.
Esta verdad trae consigo
una tremenda responsabilidad para el varón, pues Dios ha determinado que sea
él, y no la mujer, quien lidere en la familia y en la iglesia. Este liderazgo
no es ejercer una autoridad despótica, sino que es tener la capacidad de tomar
la iniciativa, de tomar decisiones y orientaciones, teniendo siempre en cuenta
el cuidado de aquellos que están bajo su liderazgo y, lógicamente, realizando todo
de acuerdo con la voluntad de Dios. Varios son los pasajes de la Escritura que
dan al hombre esta función (p. ej. Gn
3:16; 1 Co 11:3, 8-9; Ef 5:23; 1 Tim 3:4, 12). El grave problema que enfrentamos es que muchos
hombres se muestran totalmente inactivos o pasivos en el ejercicio de esta
responsabilidad y otros se comportan como autoritarios y dominantes. Ambos
extremos escapan del propósito de Dios.
(2) Responsabilidad
de proveer:
Una segunda
responsabilidad que fue entregada por Dios al hombre fue la de ser el proveedor
de su hogar. Esto no quiere decir que la mujer no pueda contribuir, pues
sabemos que muchas de ellas lo hacen de forma excepcional, trabajando fuera y
dentro del hogar. El punto aquí es que el hombre debe sentir ese peso sobre sus hombros. Él debe saber que
necesita llevar el sustento necesario para su familia y ser responsable en la
forma como maneja el dinero. Esta responsabilidad se encuentra registrada en
forma implícita cuando Dios instituyó el matrimonio. Dios dijo: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su
mujer, y serán una sola carne” (Gn 2:24). El
texto nos dice que en este nuevo compromiso que adquiere un hombre y una mujer,
el hombre deja la casa de sus padres y se establece en un nuevo lugar. Vemos
que con el matrimonio, las prioridades del hombre cambian. Antes, su primera
obligación era hacia sus padres, una vez casado, su prioridad es su mujer y
familia. Y es con la mujer que el hombre llega a ser “una sola carne”. La
responsabilidad de proveer deriva de la responsabilidad de liderar que antes
hemos mencionado. Sabemos que el Señor es el Gran Proveedor para todas las
necesidades (Sal. 34:10). Los hombres, por mandato del Señor, reciben la
responsabilidad de proveer para su familia (1 Ti 5:8; Jn 21:15-17). Por lo tanto,
un hombre debe preocuparse en ser diligente (un buen trabajador); se debe
involucrar personalmente en el sustento de su casa, no sólo como aquel que trae
el dinero, sino como aquel que lo administra prudentemente con el objetivo de satisfacer
las necesidades de los suyos.
(3) Responsabilidad
de proteger:
Una tercera
responsabilidad que el hombre ha recibido es la de ejercer la función de
protector. Esta función también es derivada de su función de líder. El Señor
prometió protegernos siempre (2 Ts 3:3). De la misma forma, el hombre debe proteger
a su mujer y a su familia. Esta protección no es meramente física, sino que
también alcanza la esfera espiritual (1 Co 16:13). El hombre no sólo debe
proteger a su mujer y familia de cualquier amenaza física, sino que también lo
debe hacer frente a cualquier amenaza espiritual. Por eso es necesario que el
hombre ser un conocedor de la Palabra, para que con ella pueda proteger a su
mujer y familia de cualquier desviación doctrinaria y de los lobos con piel de
ovejas que asolan a la iglesia del Señor (Hch 20:28).
Como vemos, un hombre sólo
puede llegar a ser verdaderamente hombre cuando modela su vida conforme a lo
que Dios quiere. El ejemplo perfecto de masculinidad lo encontramos en el Señor
Jesucristo. Él demostró en cada aspecto de su vida, lo que es ser un verdadero
hombre (1 P 2:21-22; 1 Jn 2:6).
La Mujer (feminidad)
La Mujer (feminidad)
La imagen de la mujer
también se ha visto distorsionada en nuestros días. Ya pasó el tiempo de la
mujer frágil. Muchas películas describen a la mujer como una guerrera que en
casi nada se diferencia del varón excepto por su estructura física.
Ciertamente las mujeres no
son el sexo débil. Muchas de ellas han demostrado una fuerza física y emocional
que supera con creces a muchos hombres. Sin embargo, es necesario que tengamos
presente lo que la Biblia dice respecto a la mujer.
La mujer, quien comparte
con el hombre la función de ser portadora de la imagen de Dios, también
presenta ciertas características importantes:
(1) El
deber de sumisión:
Las Escrituras indican que
la mujer debe sujetarse al hombre, ya sea en el hogar o en la iglesia. Esta
sumisión refleja la obediencia que la iglesia tiene hacia el propio Señor
Jesucristo (Ef. 5:22). Esta sumisión no significa que la mujer debe permanecer
en silencio sin externar su opinión. Tampoco significa que ella no debe
reprender al hombre cuando éste está equivocado. La sumisión es una actitud de corazón
que revela el papel que la mujer debe cumplir, esto es, ella debe ser liderada
por el hombre. El problema en nuestros días es que a las mujeres esto les
parece absurdo y humillante. Sin embargo, si miramos a las Escrituras veremos
en que esto hay belleza y perfección, pues Dios lo estableció así.
(2) El
deber de auxiliadora:
Ya hemos mencionado
anteriormente que Dios creó a la mujer como “ayuda idónea” para el varón (Gn.
2:18; 1 Co 11:9). Este deber se relaciona con el anterior, ya que aquel que
presta auxilio siempre está en sumisión a aquel que está siendo auxiliado, en
el sentido de que la responsabilidad no está sobre el ayudador. Podemos ayudar
a alguien a realizar un trabajo, pero la responsabilidad de hacer el trabajo
recae sobre quien estamos ayudando y no sobre nosotros[1].
De la misma forma, la mujer debe ser la auxiliadora del hombre, pero jamás debe
querer estar sobre él como dominadora. Ya hemos mencionado que la expresión “ayuda
idónea” significa “alguien que está frente a”, expresando con esto una
distinción importante entre hombre y mujer. La función de auxiliadora no puede
ser olvidada y debe ser elevada a su verdadera posición. Es una función de
importancia, ya que la mujer existe para ayudar al hombre en la sublime tarea
de reflejar la imagen de Dios.
Junto con estas características,
creemos que la mujer comparte con el hombre, siempre que esté en sumisión a él,
las responsabilidades de protección y provisión. La mujer debe proteger a sus hijos
y proveer para las necesidades de la familia cuando sea necesario. La
diferencia que nosotros vemos es que el peso y responsabilidad principal recae
sobre el hombre. La mujer, como su ayuda idónea, lo debe socorrer en estas
importantes funciones.
La Escritura describe muy
bien a la mujer que desarrolla estas características de la siguiente forma en
Proverbios 31:10-31.
10 Mujer virtuosa, ¿quién la hallará?
Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas.
11 El corazón de su marido está en ella confiado,
Y no carecerá de ganancias.
12 Le da ella bien y no mal
Todos los días de su vida.
13 Busca lana y lino,
Y con voluntad trabaja con sus manos.
14 Es como nave de mercader;
Trae su pan de lejos.
15 Se levanta aun de noche
Y da comida a su familia
Y ración a sus criadas.
16 Considera la heredad, y la compra,
Y planta viña del fruto de sus manos.
17 Ciñe de fuerza sus lomos,
Y esfuerza sus brazos.
18 Ve que van bien sus negocios;
Su lámpara no se apaga de noche.
19 Aplica su mano al huso,
Y sus manos a la rueca.
20 Alarga su mano al pobre,
Y extiende sus manos al menesteroso.
21 No tiene temor de la nieve por su familia,
Porque toda su familia está vestida de ropas dobles.
22 Ella se hace tapices;
De lino fino y púrpura es su vestido.
23 Su marido es conocido en las puertas,
Cuando se sienta con los ancianos de la tierra.
24 Hace telas, y vende,
Y da cintas al mercader.
25 Fuerza y honor son su vestidura;
Y se ríe de lo por venir.
26 Abre su boca con sabiduría,
Y la ley de clemencia está en su lengua.
27 Considera los caminos de su casa,
Y no come el pan de balde.
28 Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada;
Y su marido también la alaba:
29 Muchas mujeres hicieron el bien;
Mas tú sobrepasas a todas.
30 Engañosa es la gracia, y vana la hermosura;
La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada.
31 Dadle del fruto de sus manos,
Y alábenla en las puertas sus hechos.
Una mujer
virtuosa, lejos de opacar a su marido, lo exalta. Esa es una mujer que cumple a
cabalidad su función de auxiliadora, función que recibió de su Señor.
En el próximo artículo
discutiremos sobre la distinción de funciones entre hombres y mujeres.